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Jesús Álvarez: “Instituciones como San Juan de Dios jugaron para muchas personas el papel de la familia durante la crisis”

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La Revista San Juan de Dios, Provincia Bética entrevista a Jesús Álvarez, autor del libro "El ingeniero que no sabía bailar" (Editorial Samarcanda), donde se habla del papel que instituciones como la Orden Hospitalaria juegan en la sociedad. El Dr. Julio Vielva Asejo había publicado  una recensión sobre la obra en esta misma página.

Jesús Álvarez es un periodista que en la navidad del año 2014, con el fin de hacer un reportaje para el ABC de Sevilla, se acercó a conocer el comedor social que la Orden tiene en esa ciudad. Hasta entonces no había tenido oportunidad de conocer la Orden Hospitalaria de San juan de Dios y, al tomar contacto con el dispositivo sevillano se queda impresionado por el modelo de atención y organización.   El altruismo de los voluntarios sensibiliza al protagonista del libro, hasta contagiarle: confiesa que le hace mejor persona, más empática y comprensiva con los errores de los demás.

Una historia que nos toca de cerca, enraizada en la crisis de los últimos años que cambió la vida a personas como los protagonistas de esta novela, que llegará al cine en una producción de Sarao Films en cuyo guión está colaborando el propio Jesús.

Entrevista - Revista sjd Nº 595 (mayo-junio) 2018

Ver la entrevista en ISSUU

San Juan de Dios.-¿Cuál es la génesis de 'El ingeniero que no sabía bailar'?

Jesús Álvarez.-La novela surge a partir de un reportaje que hice para ABC en la Navidad de 2014. Estábamos en medio de una crisis muy profunda y teníamos noticias de que a los comedores sociales iban cada día más personas. Fui al comedor de San Juan de Dios de Sevilla, en la calle Misericordia, y allí me di cuenta de que el perfil de los usuarios del comedor había cambiado. Ya no solo acudían personas sin recursos económicos, con adicciones, problemas mentales o procedentes de entornos desestructurados, sino que se había incorporado personas maduras, con titulación universitaria que durante la crisis perdieron sus empleos y habían desembocado en situaciones de pobreza. Por eso me decidí a hacer un relato ficticio pero muy inspirado en las cosas que estaban pasando en Sevilla durante esos años.

SJD.-Podemos decir que tu acercamiento a la Orden fue inspirador. ¿Buscabas una historia o la historia te encontró a ti?

JA.-Los periodistas siempre vamos buscando historias pero no esperaba encontrar ninguna así. Yo no tenía relación con la Orden de San Juan de Dios ni había ido nunca a ese comedor. Para mí fue todo un descubrimiento. Me llamó mucho la atención la organización del comedor, se notaba que tenían mucha experiencia a la hora de atender este tipo de necesidades. Yo buscaba contar algo sobre la crisis que le pudiera interesar a la gente y me encontré con una historia asombrosa que dio origen a la novela.

SJD.-No nos costaba hablar de ella cuando la pobreza estaba lejos. En los años en los que nos ha tocado de cerca, ¿crees que socialmente ha sido un tabú hablar de la pobreza, contarla, admitirla?

JA.-No solo no queremos admitirla, sino que intentamos ocultarla. Para la sociedad, es importante aparentar. A algunas personas que sufren este descenso al infierno de la pobreza le preocupa casi más que se sepa su situación que el hecho de no tener un plato caliente en casa que meterse en el estómago. En las primeras páginas de la novela reflejo esto: es invierno y el protagonista, Álvaro, se pone en la cola del comedor, se sube la parca que 20 años antes le ha regalado su mujer; una parca buena pero vieja y desgastada, y está más preocupado de que nadie lo reconozca que del hambre que tiene. Por otra parte, los que tenemos la fortuna de no estar en esa situación sabemos que la pobreza existe, que está tocando a puertas muy cercanas, pero para muchos es mejor no mirarla de frente. Cuando la reconoces, te exiges un cierto compromiso, y no todo el mundo está dispuesto a comprometerse. Y ya al margen de esto, existen también individuos que no es sólo que le den la espalda, sino que se ensañan con los pobres. Esto es la "aporofobia", el odio hacia el pobre, que también se relata en la novela, la parte más policiaca de la historia. Esto también es muy real, las agresiones a personas que viven en la calle suceden en las principales ciudades de España. Curiosamente, quienes cometen estos actos son adolescentes de buenas familias de Sevilla con un nivel social y económico medio o alto que no recibieron una educación en valores, o simplemente, por algún motivo, la perdieron.

SJD.-La novela da comienzo con la bajada a los infiernos de Álvaro Peña pero, a través de sus páginas, se produce la remontada. ¿Se hace necesaria la ayuda de otros para salir de situaciones de vulnerabilidad?

JA.-Sí, sin duda. Álvaro toca fondo cuando llega al comedor porque él se resistió durante un tiempo a ir a una institución benéfica, quizá por miedo a que lo vieran. Pero logra la transformación, no solo económica para salir de la pobreza, sino de su propio interior gracias a las personas que conoce en el comedor social. Me gustaría destacar el papel de quienes ayudan desinteresadamente a estos usuarios que lo han perdido todo. Me estoy refiriendo, por ejemplo, a profesionales que colaboran con la Orden para ayudar a estas personas o a voluntarios que prestan su tiempo y apoyo, todos de forma altruista. A mí eso me abrió los ojos sobre los contrastes emocionales de la crisis, porque creo que ésta ha sacado lo mejor de muchas personas. El ingeniero que llega por primera vez al comedor es muy distinto a la persona que, seis meses después, sale de allí. Se hace una persona más empática y comprensiva con los errores de los demás, una mejor persona en definitiva. Pero no solo él, sino el otro protagonista. Los dos se salvan, el uno al otro, porque se ven contagiados de la labor altruista de los demás.

SJD.-'El ingeniero que no sabía bailar' podrá verse en la gran pantalla...

JA.-Una productora andaluza, Sarao Films, adquirió los derechos cinematográficos de la novela hace algunos meses y está preparando el guion de un largometraje en el que estoy colaborando. Tengo muchas esperanzas puestas en que esto salga porque el cine llega a mucha más gente, y creo que es una historia de valores que la gente debería conocer, sobre todo para no olvidarnos de lo que ha ocurrido en este país durante los últimos diez años.

SJD.-¿Qué papel crees que juegan instituciones como San Juan de Dios con estas personas que atraviesan situaciones de tanta vulnerabilidad?

JA.-Siempre han jugado un papel muy importante, pero en épocas de crisis ha sido aún mayor porque se ve afectada mucha más gente. El libro se lo dediqué "a la Orden de San Juan de Dios, a los trabajadores y voluntarios del Comedor Social de la calle Misericordia de Sevilla por la maravillosa labor que realizan a diario" (lee). De hecho, en alguna entrevista he dicho que si no hubiera sido por instituciones como esta, se hubiera producido un estallido social en España. Muchas personas no han terminado en comedores sociales porque gozaban de un colchón familiar: padres y abuelos que han ayudado con sus pensiones. Pero en casos como el de Álvaro, en los que no hay detrás una familia, instituciones como la vuestra han jugado el papel de la familia. Yo quiero agradecer esto tanto a San Juan de Dios como a todas las demás: Cáritas, Banco de Alimentos y todas aquellas que colaboran y dedican su tiempo a ayudar a los demás.

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